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lunes, septiembre 17, 2007 |
MI PADRE
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Cuando ingresé en la adolescencia mi padre calculó que era tal la velocidad del desarrollo industrial japonés que en no más de diez años, a lo sumo quince, las empresas niponas dominarían al mundo. Nunca pensó que serían las únicas pero sí las únicas exitosas. Parece mentira pero en esa época había mucha gente que creía lo mismo que mi padre. Era común leer en los diarios artículos de fondo donde los periodistas se preguntaban quién había ganado, de verdad, la Segunda Guerra Mundial. Varias décadas después de haber sido derrotado por los aliados, Japón, a la vista de su florecimiento económico, parecía uno de los vencedores. Mi padre estaba obsesionado para que en mi vida adulta tuviera con qué defenderme y el idioma japonés le pareció una de las mejores formas de equiparme. Estudié cuatro años en un curso auspiciado por la embajada de Japón. Mi padre, durante ese periodo, me presentó diciendo: este es mi hijo, estudia japonés. Después de un tiempo más que prudente noté que el tremendo esfuerzo no rendía sus frutos. Mi padre me aseguraba que había un futuro, todavía más lejano, en el que se lo agradecería. Tardé bastante en darme cuenta de que no son muchos los padres que mandan a sus hijos a estudiar japonés. Y más en entender que son menos los hijos que lo aceptan. Saber japonés nunca me sirvió para nada pero en algunas ocasiones me es de utilidad decir que lo estudié. En especial cuando quiero comprender algo de la relación con mi padre.
Ricardo Coler |
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posteado por La mujer de mi vida a 2:38 p. m.
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1:44 p. m.