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miércoles, agosto 15, 2007
JUSTINE
 
Algo agobiante y seductor se esconde en una mujer capaz de amar tan bien y sin embargo, tan poco. Nínfula en busca de placeres (que siempre, siempre, encuentra) dando vida al forcejeo de su cuerpo estéril, con el rostro corruptor y aniñado de Afrodita. Durrell la describe ni fea ni hermosa, sino desnuda, como el poder mismo. De tez morena y facciones tensas, el mordisqueo de sus labios de yegua árabe conquistaron el corazón y la mente de los alejandrinos. Fue la mejor amante de todos sus amigos, desparramando ninfomanía por las calles de cal, bajo el sol abrasador de Egipto.
Justine compuesta, intentando disimular con ternura su único y verdadero deseo: beber de sus amantes como en una fuente de saber. Preferida de escritores y poetas, su angustiada curiosidad fue fuente de inspiración y razón para soportar sus embestidas lacerantes. “Es interesante –dice Durrell- el amor en Alejandría. Las mujeres actúan antes de reflexionar. Y cuando llega el momento de la duda, del remordimiento, hace demasiado calor, nadie tiene la energía necesaria.”
Justine, la que supo ir más allá del cuerpo y del amor; en un mundo tallado por el cincel de sus deseos.
La veo con el sol de oriente iluminando sus largos cabellos, el sexo palpitándole en la mente con una mueca dolorosa, gozando trágicamente como los puritanos.
Justine, extenuada de experiencia, feliz y rotativa, haciendo el amor tan blancamente, hasta hacer sangrar la oscuridad.


Eugenia Zicavo
Sobre El Cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell.
 
posteado por La mujer de mi vida a 3:32 p. m.
 
 
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