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miércoles, julio 25, 2007
ALEJANDRA
 

Me enamoré de Alejandra cuando tenía quince años. No era la primera vez que me enamoraba, ni siquiera la primera vez que lo hacía de un personaje literario (Mariana, la amada de Sandokán, ocupa ese lugar), pero sí fue un personaje que me persiguió como un fantasma durante años. No sé si ella fue la causa o el efecto, pero por esos años (y muchos años después) me gustaron siempre las chicas que se parecían a Alejandra: chicas con problemas, en crisis, con padres jodidos, con los afectos cruzados.
Debo reconocer que mi memoria no es muy buena. Así que no me pregunten de qué se trataba una novela leída el año pasado. Sin embargo, recuerdo como si hubiera vivido (la auténtica manera "vívida") cada detalle de la historia de Alejandra y Martín, esos adolescentes sufridos que poblaban gran parte de Sobre héroes y tumbas. Los veo mirando el puerto, o sentados en el Parque Lezama y están conmigo cada vez que observo el río o camino por Brasil hacia la avenida Paseo Colón. Creo que puedo percibir, como hace más de veinte años, el temblor de Alejandra cuando guiaba a Martín en la oscuridad y él tomado de su cintura le decía "esto es muy bueno para ciegos".
Podría criticar durante diez páginas la prosa y la narrativa de Sábato. Al fin y al cabo, ése es mi trabajo. Incluso se podría decir que sus personajes son versiones degradadas de los héroes y heroínas que pueblan las novelas de Dostoievsky (cómo olvidarse de Nastasia Filíppovna o de Sonia). Pero Alejandra es un personaje que desborda los méritos literarios de Sobre héroes y tumbas: sigue estando con nosotros cuando cerramos el libro. Pasan los años, se suceden los libros, incluso libros mejores o más importantes en mi vida, pero Alejandra reaparece -bella y trágica- en los momentos más inesperados. Hoy, por ejemplo.

Sergio Olguín
 
posteado por La mujer de mi vida a 2:41 p. m.
 
 
4 Comentario(s):
Blogger Unknown dijo...
Por ese entonces vivia en Haedo y cuando conocia una chica esperaba, lo indecible, que se llamara Alejandra. Estuve asi durante años mientras pasaban paulas, fernandas y lauras. Sigo, sin temor al absurdo, buscandola y cuando pienso un poco mas, se que se trata del viejo, de Ernesto que, con todo, se encuentra en esos que en unas pocas novelas dan en el blanco.
10:23 p. m. 
Anonymous Anónimo dijo...
Siento lo mismo por vos. Aprendé a verme.
11:32 p. m. 
Blogger Unknown dijo...
Soy de detenerme en las personas, en sus detalles y puedo decirte, sin temor a equivocarte, habiendo dejado las pelis y libros estoy detras de vos en cafes, trenes y plaza. Lo se, mas tarde o temprano, vas a aparecer!
8:23 a. m. 
Blogger Valeria Sabbag dijo...
Por supuesto, esa Alejandra era yo, y éramos todas. Y éramos todos, mirando el relato. Viéndonos.
No recuerdo tanto las otras palabras de ese gran libro. Pero sí esa parte, ese amor turbulento. Ese modo de amar, que alguna vez, hizo replantearme mi modo.
Tengo el segundo nombre, apenas. Tengo, tenemos, una Alejandra escondida. Sábato la dio a luz.

4:00 a. m. 
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