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lunes, julio 30, 2007 |
ZAPATOS
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Qué difícil es estar en los zapatos del otro, con sus marcas a medida que no encajan. Incluso los zapatos nuevos, o sea los zapatos de nadie, son de otro hasta que el pie los hace propios a fuerza de roce y fuerza bruta. Es una especie de lucha muda: el pie empuja el zapato en todas direcciones, el zapato se pone firme y provoca ampollas, callos, dolores. Si es necesario se pasa al plan B: algodón mojado y lo que haga falta para doblegar de una vez al enemigo. Dos o tres o cuatro días y ya está, el cuero se moldea a nuestra forma y ahí sí podemos pisar fuerte y con paso propio. Pero antes, no. Y qué terrible es andar por la vida con paso suavecito, como con miedo y rengueando. Cuando siento que tengo que probarme en otro rol, ser un poquito otra, me compro zapatos nuevos. Me los pongo y me siento en los zapatos de ese otro, esa otra que quiero ser. Lógicamente, estoy un poco incómoda. Trato de convencerme de que me quedan bien, de que nos vamos a moldear mutuamente, de que esa otra voy a ser yo y yo esa otra. De que la personalidad no es más dura que el cuero. Mis zapatos se destruyen pronto: los marco, los deformo, los destiño y los arruino. Para consolarme, pienso en las doce princesas bailarinas del cuento tradicional, que todas las mañanas tiraban sus zapatitos destrozados de bailar y bailar. El problema es que mis distintos roles tampoco duran mucho. No puedo desempeñarlos sin el calzado correcto. Y a la hora de la verdad, lo único que queda en el ropero son mis viejas botas de campamento.
Marcela Basch |
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posteado por La mujer de mi vida a 2:55 p. m.
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12:12 a. m.
9:48 p. m.
Entre sueño y realidad llevamos hilvanada la vida de las mujeres perla a perla,noche a noche,sueño a sueño,desencanto a desencanto...
Bello destino de mujer,calzada a veces,descalza otras...
Abrazo de
Mía
7:24 p. m.