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miércoles, agosto 22, 2007
FRANCIS
 

Es “el marido rural” del cuento de John Cheever. Me interesa la primera parte. El avión en el que viaja Francis Weed queda atrapado por una tormenta y comienza a sacudirse. Los pasajeros se dan cuenta de que la tripulación entra en pánico. Poco después, la nave cae. A último momento el piloto logra un aterrizaje de emergencia sobre un campo sembrado de maíz. Un accidente aéreo dramático pero sin muertos. Los milagros no existen pero gracias a uno, todos lograron salvarse. Una caravana de taxis los viene a buscar para luego dejarlos en una estación de tren cercana. Francis llega a casa a la hora de la cena casi sin retraso. Está con vida. Está conmovido. Nunca estuvo tan cerca.
Abre la puerta. Antes de tener tiempo de cerrarla interviene para que dos de sus hijos más pequeños dejen de pelearse. Están en una edad en la que no entienden ni les importa algo que podría haber pasado pero que en realidad no pasó. Devolver el puntapié del hermano, en cambio, es una cuestión fundamental. Francis no puede lograr, todavía, que alguien se entere de lo ocurrido. Espera ver entre los suyos la sorpresa, el horror, la emoción y finalmente las ganas de consolarlo. Quiere que la cercanía de la muerte le dé un período de fama. Quiere que el accidente sea el tema principal e ineludible que demuestre lo mucho que les importa. Es lo mínimo que un padre se merece.
Llega su mujer. A ella le interesa que la cena sea perfecta. Para eso se ocupa, día a día, de todos los detalles. Los chicos siguen su pelea. Apenas Francis protesta por no poder hablar, la esposa llora. No le reconoce el esfuerzo. Los hijos optan por apoyar a la madre y hacérselo saber.
Todos lo quieren, pero la familia es una maquinaria tan potente que si uno no tiene talento para contar lo que le pasa jamás logra detenerla. Y no hay desgracia que sea suficiente.

Ricardo Coler
“El marido rural”, de John Cheever
 
posteado por La mujer de mi vida a 2:13 p. m.
 
 
1 Comentario(s):
Anonymous Anónimo dijo...
Es verdad, la familia es una máquina muy defícil de detener y Shady Hill es una especie de "club de familias perfectas", armoniosas, en plena etapa reproductiva, donde resultan inadmisibles los aterrizajes forzosos, el pasado de las doncellas y los huérfanos de guerra. Donde una descortesía puede condenar al ostracismo y el amor, o el deseo, lateral, inoportuno, desclasado y errante se cura con la carpinería y el olor a madera nueva.
6:45 p. m. 
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