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miércoles, septiembre 05, 2007 |
FAMILIA
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Un día te presentan a alguien: una tipa divertida, un hombre importante. Las primeras impresiones son de peso, pero hay que esperar un momento. Cómo cambia esa persona al estar en familia. La divertida tiene carácter y el importante descansa. Llegaste y estás en otro mundo con sus leyes, recetas y secretos. La tía inefable, lo que pasó cuando nos fuimos de viaje, el camino que nos trajo hasta aquí. Hay que sentarse en una mesa de cumpleaños. Cómo se miran entre ellos. Las cosas que dicen y las que no. Al verlos otra vez, ya conocés sus nombres. Le preguntás al hermano cómo va todo en el trabajo y te enterás de detalles que desconoce el resto. La sociedad no anda muy bien, lo dicen los sociólogos, y la familia también lo comenta. Mientras la que siempre llega tarde se hace la graciosa, una se acuerda de la lección del colegio (que es el segundo hogar): la familia es el núcleo de la sociedad. Así estamos. Para Kafka, formar una familia era la máxima aspiración, aunque él se decidió a romper compromisos. Es que no es fácil. Hay problemas familiares y derecho de familia. Pero todos insistimos. La familia supera la velocidad de las palabras. Hay fusiones con lazos que aún no tienen nombre. Y nombres en desuso que insisten en el tiempo. La familia está siempre de moda, todos hablan de ella. Es como Dios porque hasta tiene detractores y apóstoles y mártires. Por esto o por lo otro se la nombra. Tanto que un poco puede llegar a molestar. Pero no mucho, y sin embargo.
Esther Cross |
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posteado por La mujer de mi vida a 2:22 p. m.
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