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martes, septiembre 18, 2007
LA PRIMA CLARA
 
La prima Clara no era prima de nadie. Bah, sí, alguna vez me explicaron pero ya no me acuerdo: creo que era prima segunda de la madre de mi abuela Berta. Algo así. De todas formas, cuando yo la conocí ya tenía setenta años largos, o sea que en cualquier familia se la hubiera llamado tía. Pero no: la prima Clara. Será porque tía Clara era un casillero que en mi familia ya estaba ocupado.Durante toda mi infancia, desde que me acuerdo hasta que entré al secundario, ella llegaba a mi casa todos los días a eso de las nueve y se iba después de que mi mamá volvía del trabajo, a las seis, a las siete. Era la encargada de llevarnos y traernos de los cumpleaños, de cosernos la ropa cuando se rompía y de hacernos el nesquick. Decía que en Europa había sido sombrerera. Era una vieja minúscula y fuerte, malhumorada y lengua larga, que había asumido ella sola la tarea de velar por nosotros.Fue difícil convencerla de que no viniera más. No sobrevivió mucho. El carácter se le pudrió del todo; al final sólo insultaba. Alguna vez la fuimos a visitar a un geriátrico. Cuando entramos a su casa para vaciarla, en realidad una pieza de tres por cuatro, una pila de cosas se nos vino encima. Fue la primera persona que vi muerta. No, en realidad no la vi: los judíos velamos los muertos a cajón cerrado, gracias a dios. Y, ahora que lo pienso, creo que ni siquiera fui al velorio, si es que lo hubo.Cómo puede ser que no me acuerde. Yo tenía dieciséis, no era tan chica. Y sin embargo, esto es lo que quiero decir, fue la primera persona que supe muerta. No. La primera persona que me dijeron que se había muerto. Tampoco. Mi primer muerto. Ya tenía dieciséis. Tuve suerte. Trato de acordarme de los datos, cuántos años tenía, dónde nació, cuál era el parentesco exacto. Y se me ocurre, con una punta de horror, que si yo no me acuerdo de esto, es probable que no sean muchos los que lo recuerden. Quizás mi padre, mi madre, mi tía; mi abuela ya murió; mis hermanas eran muy chicas. Y ella no tenía otros parientes. O sea que yo tengo que acordarme. Quizás algún día yo sea la única que se acuerde de que ella existió. Y cuando yo me muera, nadie más va a recordar su nombre. Y quizás un tiempo después pase lo mismo con el mío.

Marcela Basch
 
posteado por La mujer de mi vida a 12:59 p. m.
 
 
2 Comentario(s):
Blogger Santiago Maisonnave dijo...
No hay más muerte que ésa.
Buen texto.
Saludos.

2:13 p. m. 
Blogger Nato dijo...
Yo me acuerdo de sus buñuelos de manzana... nunca más los comí.

No se como llegué acá, pero yo me acuerdo.

10:24 a. m. 
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