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martes, octubre 17, 2006 |
Destino
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Hace unos meses noté entre la muchedumbre de gente que viajaba en el colectivo, a una mujer que no me era indiferente. Seguramente habiamos viajado juntos cientos de veces, pero ese día la vi, y sentí que algo se me clavaba en el corazón. A partir de ese momento, por afortunadas casualidades horarias, mela encontraba casi todos los días, en el viaje de ida y, a veces, también en el de vuelta. Sin darme cuenta me fui enamorando de ella, ...en realidad, creo que esa misma noche, cuando pude recuperarme de la feroz puntada en el ventrículo derecho, ya estaba enamorado. Todo el tiempo trataba de imaginar cómo sería el primer contacto con ella..., tal vez una mirada furtiva me autorizaría a iniciar una conversación del tipo que paso a ejemplificar: -Que tiempo loco!!- diría yo con cara de inteligente; no nos olvidemos que uso lentes, y eso tiene que ayudar de alguna manera. -Hmm- diría ella con fastidio, y probablemente se alejaría. o tal vez un día se sentaría a mi lado y entonces le preguntaría la hora, o tal vez escribiría un poema y se lo daría antes de que se bajase del autobus, o tal vez le daría un bonobon, o tal vez... El tiempo pasó y yo seguía enamorado. Llegaron las miradas furtivas, pero no me atreví a iniciar ninguna conversación; llego por fin el día en que se sentó a mi lado, pero no le pregunté la hora, ni me animé a darle el poema que tenía en el bolsillo. Cada vez me decía que debía esperar una mejor ocasión. Hasta que ocurrió lo inevitable: dejé de verla, su rutina había cambiado. Durante varios días no subió al colectivo de siempre. Hice todo lo que pude para volver a verla, me tomaba el colectivo mas temprano, por lo que llegaba a mi trabajo antes de lo que correspondía y todos se sorprendían y pensaban que me gustaba mucho trabajar, o me lo tomaba mas tarde, y mi jefe se sorprendía y debía soportar sus sermones y su cara de culo. Mientras tanto, me castigaba por ser un cobarde. Pero un día, tan de repente como había desaparecido, ella apareció. Me dije que quizás esa fuera mi últma oportunidad -Tenés que hacer algo- me dije. busqué en la mochila el poema que había copiado de una antología, lo guardé en un bolsillo de mi pantalón y me preparé para la embestida. Pensé la mejor manera de atacar, la cara que pondría, la voz con que hablaría, las palabras que usaría, la vi cayendo rendida a mis pies, me acomodé el pelo como un banana mirándome en la ventanilla roñosa del colectivo, y vi como se levantaba de su asiento y tocaba el timbre. Me desesperé. Había perdido la última oportunidad, pero entonces, en el último instante, una fuerza desconocida, me arrancó de mi asiento y me arrojó del vehículo en movimiento. Caí estrepitosamente, de jeta, a unos pasos de ella, que me miró y me preguntó si estaba bien. -Shi- le dije yo con la dignidad de un principe destronado, mientras buscaba entre los pastos, y en cuatro patas, un diente que había extraviado a causa del golpe- ¿Te puedo hasher una pregunta?¿Cómo te shamash?- inquirí desde las profundidades. Ella me sonrió, dió media vuelta y se marchó, yo me quedé, con el cuerpo maltrecho y el alma peor, viendo como se alejaba. Quise rogarle que no se fuera, pero un átomo de orgullo extranjero andaba de viaje por mi cuerpo y me lo impidió. No la volví a ver, la extraño, busco cigarrillos en mi bolsillo y encuentro un papel que ha sido víctima de la crueldad del tiempo y de severos procedimientos de higiene. Trato de abrirlo pero se deshace en mis manos, y mi memoria ya no lo salvará, solo alcanzo a leer estos versos: "...ya que quiero quiero lo que no ha de ser."
Elías ghigliazza |
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posteado por La mujer de mi vida a 3:39 p. m.
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Honestidad brutal...
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