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miércoles, junio 21, 2006 |
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Tengo una idea particular, equivocada, totalmente paranoica y que no resiste el menor análisis: nuestras emociones están condicionadas por la industria cinematográfica. No por nuestra historia familiar.
Con los padres siempre hay algo que agobia, alguna deuda impaga y cierta desconfianza natural, en especial cuando los escuchamos opinar. Es entendible, son los padres. Y como no hay familias con efectos especiales para mantenerte capturado, siempre es posible encontrar un punto de incomodidad que te permite salir, armar la propia e ir de visita a la anterior. El mismo punto por dónde después se van los hijos.
Con las películas no pasa lo mismo. Sentados frente a la pantalla ?no hace falta ir al cine, con la televisión alcanza- si el guión está bien escrito vamos tomando partido. Cuando la música está bien puesta nos emocionamos con lo que el director quiere y si hay imágenes contundentes deseamos lo que el productor quiere que deseemos.
A diferencia de lo que pasa con nuestra familia el cine nos encuentra siempre bien predispuestos. Y hasta alguien de lo peor, un asesino a sueldo por ejemplo, nos puede resultar más simpático que un tío profesor de historia.
Como los temas no son muchos y se repiten hasta el cansancio, terminamos pensando como si viviéramos dentro de una película. Entonces si sos de un pueblo y te gustan las cosas simples lo más probable es que seas buen tipo. Si te sentás a conversar, sea el problema que sea, es factible que el otro te entienda y las cosas se arreglen. Con buena voluntad y alguna que otra ayuda, la gente cambia. Ganan los buenos (eso sí que es cómico). La mejor justicia y la más efectiva es la que se hace por mano propia. No hay como vivir con ideales y si querés y te das una oportunidad podés alcanzarlos. No importa lo que sos -es evidente que eso es una porquería- importa lo que debes ser.
Y debes ser: hijo considerado, magnífico alumno, adolescente no problemático, joven promisorio, sexualmente activo, políticamente comprometido, libre de espíritu, excelente pareja, padre ejemplar, adulto responsable, anciano resignado, enfermo resistente y buen muerto. Cada etapa tiene un trabajo para cumplir pero aceptarlo a rajatabla, trae de la mano algunos pensamientos inconfesables. Por ejemplo, imaginarnos qué podría pasar si nos quedáramos huérfanos, viudos o lo que sea necesario para evitar sentirnos exigidos. Aunque esto de que es el otro el que te exige sea una fábula.
Llama la atención que una persona común pueda tener las mismas fantasías que un perverso y que lo único que los diferencia es que raramente las lleva a cabo.
¿De donde salió que los ideales te enaltecen? Ojo, no me refiero a la política sino a la vida cotidiana. Los ideales están en un mundo lejano y siempre hay alguien que sabe cuáles son. Y aunque no te des cuenta te está mirando, es puro ojo, un verdadero parásito cerebral. No te eleva, sólo te reprocha, y nunca te deja tranquilo.
El ideal de lo que se debe ser, además de inalcanzable, termina siendo acosador. Y si no naciste pecador seguro que naciste endeudado. Bueno, ahora hay que pagar. ¿Cómo? siendo lo que no sos.
Ser leal a lo que uno quiere es una honestidad posible. Quizá la única. Hay que tener en cuenta que la vida no dura ciento veinte minutos como una película.
Tampoco es para siempre.
Ricardo Coler
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posteado por La mujer de mi vida a 9:47 p. m.
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7:42 p. m.
Cuántos mandatos, cuánta herencia que uno mama y transmite... cómo zafar de ella? hay un cómo?
6:25 p. m.
Ahora miro actuación, iluminación, guión y demás cosas que me distraen de aquellos ojos vivaces.
Por ahí las miradas se resignifican en cada película.
Por ahí, la misma película, dos veces, vale dos cosas distintas.
11:41 a. m.
5:17 p. m.
y reafirmaron mi decisión de enterrarme en la literatura
Gracias!
4:24 p. m.
Chau =)
10:18 a. m.
Ricardo Coller es lo más. La revista es genial.
Vendré seguido por aquí. Un abrazo a todo el staff.
7:47 p. m.
¡Genial!
8:27 p. m.